Tal
como el historiador aeronáutico Norman Franks lo señalara
en uno de sus libros
dedicados a la Primera Guerra Mundial, un persistente
hábito de
los pilotos de caza británicos era su alarmante tendencia al llamado
overclaiming,
es
decir, reclamos
exagerados
de victorias.
A ello
se sumaban
las laxas reglas de homologación que regían en las fuerzas aéreas
inglesas:
mientras
que en Alemania y Francia
todo
derribo debía ser generalmente
corroborado
por al menos un testigo (e idealmente por los restos del
avión
enemigo en caso de haberse estrellado en territorio propio), dichos
requisitos eran inexistentes en Gran
Bretaña. Además,
hasta
fines de 1916 se
aceptaba como "victoria"
el mero
hecho
de ahuyentar
o
forzar a aterrizar a
una máquina adversaria, y
hasta el final del conflicto serían contabilizados como derribos
aquellos aviones enemigos que se precipitaran
aparentemente
"fuera
de control".
(Por
contraste, tal dudosa categoría no
era
admitida
en las Luftstreitkräfte
mientras
que
en
la Aéronautique
Militaire
era rebajada
al
título de "probable",
y ello con buenos motivos:
si
bien posiblemente
un porcentaje de dichas
máquinas acabaría estrellándose, también resultaba
evidente
que
zambullirse en picada era una
maniobra evasiva habitual de todo piloto en apuros, el cual no
necesitaba
más que
estabilizar su vuelo a
baja altura
para regresar
entonces
a su base).
Por
si ello fuera poco, y en
una moderna versión de la multiplicación milagrosa
de
los panes, los
derribos
obtenidos
de modo
conjunto
eran acreditados
de forma integral a cada uno de los participantes: así, de las 54
victorias -casi
la mitad de ellas out
of control-
del
canadiense Donald MacLaren, nada menos que 15 fueron compartidas
(dos de ellas entre cinco pilotos y una incluso entre seis).
Previsiblemente,
las
estadísticas oficiales eran
groseramente abultadas:
así,
por ejemplo, en mayo de 1918 la Royal
Air Force
-surgida
el
1° de abril de
la fusión del
Royal
Flying Corps
y el
Royal
Naval Air Service-
proclamó
la
destrucción de 378 aviones enemigos más otros 95 "fuera
de control",
cuando en realidad las pérdidas alemanas sumaron
sólo
150 aparatos. La
concesión
de medallas
no
fue inmune a semejante
desmadre,
y nadie lo
ejemplificó
mejor que William "Billy"
Avery
Bishop, oficialmente el as más exitoso de Gran
Bretaña y sus
dominios.
Nacido
el 9 de febrero de 1894 en Owen Sound (Ontario, Canadá), Bishop pasó
con más pena que gloria por la escuela y, ante la casi nula
perspectiva de un estudio universitario exitoso, optó por realizar
en 1911 el examen de ingreso al Real Colegio Militar de Canadá,
ocupando el penúltimo lugar entre 43 candidatos admitidos. A raíz
de su fallido intento de copiar en el examen final de primer año fue
sancionado y obligado a repetir dicho año lectivo. Finalmente,
Bishop egresó del Real Colegio Militar a fines de agosto de 1914,
semanas después de la declaración de guerra de Gran Bretaña a
Alemania, siendo ascendido a cabo y enrolado en una unidad de
caballería. En junio de 1915 arribaría finalmente a Inglaterra,
solicitando y obteniendo en septiembre de ese año su traslado al
Royal Flying Corps, donde iniciaría su instrucción como
observador. Ya entonces surgiría en forma incipiente una
característica de su personalidad: su incurable tendencia al
embuste. Así, en una carta destinada a su novia Margaret Burden
describía un vuelo en picada en el cual había presuntamente
alcanzado la velocidad de 300 millas (483 km) por hora, una
prestación imposible para la época. Considerablemente más grave es
el hecho de que, habiendo arribado a Francia recién el 18 de enero
de 1916, Bishop quedaba automáticamente excluído de recibir la
Estrella 1914-1915, distinción reservada a quienes habían servido
en el teatro de operaciones antes del 31 de diciembre de 1915: sin
embargo, un análisis de sus condecoraciones revela la cinta roja,
blanca y azul de dicha medalla... ¡es
decir que en algún momento posterior de su carrera Bishop se
autopremió expeditivamente con la Estrella 1914-1915!
Durante
un período de licencia en Inglaterra en mayo de 1916 Bishop debió
internarse en el hospital del RFC en Londres (según su
autobiografía, por una lesión en su rodilla; según su historial
médico, por várices) y allí conoció a una persona destinada a
jugar un rol fundamental en su meteórica carrera. Se trataba de Lady
St. Helier, una distinguida y acaudalada viuda que colaboraba como
voluntaria en el hospital y que prácticamente adoptó a Billy Bishop
(su único hijo varón había muerto de fiebre tifoidea en la India a
los 22 años, la misma edad que ahora contaba su protégé),
abriéndole las puertas a su exclusiva red de contactos sociales que
incluían a la princesa Helena (hermana del rey Jorge V), Winston
Churchill, el magnate periodístico canadiense Max Aitken -más
conocido como Lord Beaverbrook- y prácticamente todo el gabinete del
Primer Ministro. La influencia de St. Helier pronto se hizo sentir:
Bishop obtuvo una licencia adicional para visitar a su padre
convalesciente en Canadá y a su regreso a Inglaterra en septiembre
pudo iniciar su instrucción como piloto, solicitud que originalmente
le fuera denegada.
En
diciembre Bishop fue asignado al Escuadrón 37, una unidad creada
para defender Londres de las incursiones de los zepelines alemanes. A
los mandos de un BE 12 protagonizó el 7 de enero de 1917 el primero
de sus combates imaginarios, cuando escribió a su familia declarando
haber interceptado un hidroavión enemigo y sufrido seis impactos en
su máquina... incidentes que no se hallan asentados ni en su diario
de vuelo ni en los registros de su unidad.
El
9 de marzo, y tras un breve paso por la Escuela Central de Vuelo a
fin de familiarizarse con aviones de caza, Bishop pudo finalmente
cumplir su sueño de ser destinado a Francia: fue asignado al
Escuadrón 60, basado en el aeródromo conocido como "Filescamp
Farm" en las cercanías de Izel-le-Hameau (13 kilómetros
al oeste de Arras) y equipado con Nieuport 17. Dicha unidad era
comandada por el mayor Jack Scott, un neozelandés de 35 años
lisiado a consecuencia de un accidente de aviación y que, al igual
que Lady St. Helier, colaboraría entusiastamente en la creación del
mito Billy Bishop.
Billy
Bishop frente a su Nieuport 17. Al igual que su predecesor (el modelo
11, popularmente conocido como Bébé),
estrictamente no se trataba de un biplano sino de un sesquiplano cuya
ala inferior presentaba menor envergadura y cuerda: dicha
configuración mejoraba tanto la capacidad de trepada como la
visibilidad hacia abajo, pero tenía la desventaja de exponer al
plano inferior al fenómeno aerodinámico conocido como "flameo",
causante de vibraciones potencialmente fatales.
El 25 del mismo mes cuatro Nieuport que se encontraban patrullando a unos 2.700 metros de altitud en la zona de Arras fueron atacados por tres Albatros. En el combate siguiente Bishop logró ponerse a la cola de un caza alemán y herir mortalmente al piloto: el Albatros se estrelló en las cercanías de St. Leger, siendo confirmado el derribo por una batería antiaérea propia. El piloto canadiense había logrado su primera victoria en su sexta salida y en su primer contacto con el enemigo, logro que le valió una felicitación del mismísimo Hugh Trenchard, comandante del RFC en Francia. Impresionado, Jack Scott confió al recién llegado el mando del vuelo C del escuadrón, pero la decisión se reveló desafortunada: el día 30, mientras lideraba una formación de seis aparatos, Bishop avistó un solitario avión enemigo y se lanzó irreflexivamente al ataque seguido por sus compañeros. Sin embargo, los británicos fueron a su vez sorprendidos por cinco Albatros (que duplicarían milagrosamente su número en las memorias de Bishop, escritas nueve meses después), y si bien el canadiense logró regresar a su base con su máquina seriamente dañada, dos de sus camaradas perdieron la vida en el combate.
Al
día siguiente Bishop logró su segunda victoria, la cual fue
nuevamente confirmada por la artillería antiaérea británica.
Durante la semana siguiente el piloto canadiense no logró aumentar
su palmarés, pero cuando lo hizo el 7 de abril fue de una forma tan
espectacular como controvertida: durante un ataque a globos cautivos
Bishop declaró primero haber ahuyentado a un Albatros ("se
alejó picando pronunciadamente")
y
posteriormente alcanzado un globo que ya
había sido arriado
("humo
negro era visible emergiendo de dos lugares").
A
pesar de que ambos casos ni ameritaban ser reconocidos como
"derribos" -el caza solamente se había retirado y el
globo cautivo
se encontraba en el suelo y
no se había incendiado a pesar de que Bishop muy probablemente
empleó en esta misión la munición incendiaria Buckingham- ni
habían sido confirmados por testigos, el
comandante del Escuadrón 60,
ansioso por promover
la reputación de su
unidad,
no vaciló
en adjudicarle a su
favorito
dos "victorias", asegurándole
así una MC (Military
Cross) e
inaugurando
así lo que devendría en una censurable
tradición.
Al
día siguiente, durante una patrulla liderada personalmente por
Scott, Bishop proclamaría haber destruído un caza y haber puesto a
otros dos "fuera de control": aunque
ninguna de las máquinas enemigas fue vista estrellarse (ni por el
canadiense ni por nadie), todas
fueron
reconocidas como derribos.
El
9 de abril los británicos iniciaron en
Arras una
ofensiva que estaría enmarcada por
encarnizados
combates aéreos. A pesar de la intimidante superioridad numérica
del Royal
Flying Corps frente
a las Luftstreitkräfte
(365
aviones contra 195), en el transcurso de ese mes los alemanes darían
cuenta de
275 aparatos
británicos contra la pérdida de 66 propios, y
no pasó mucho tiempo antes de que dicho período fuera apodado
Bloody
April ("abril
sangriento"). Las causas eran
varias: por un lado el mejor
entrenamiento de los pilotos de
caza germanos,
que generalmente contaban con experiencia previa como observadores
mientras que sus rivales eran directamente enviados
al
frente con
insuficiente
cantidad
de
horas de vuelo; la concentración
de los aviones de caza en Jagdstaffeln
o
Jastas
específicamente
destinadas a combatir aviones enemigos; la superioridad del Albatros
D.III frente a la mayoría de los modelos empleados por los ingleses;
finalmente,
la táctica defensiva empleada por los alemanes -consecuencia de su
inferioridad numérica- que
forzaba
a sus adversarios a adentrarse en territorio hostil, con desventajas
tales como el tener que retornar a las líneas propias enfrentando el
viento oeste predominante
en la región y el hecho de
que,
en
el mejor de los casos,
los
aviadores
derribados
devenían en prisioneros. Los
cálculos de reemplazo de pilotos de la Oficina de Guerra británica
brindan
un
elocuente testimonio de los
estragos
sufridos:
mientras que para todo
1917
se preveía un 230% anual
de
pérdidas, en abril de ese año dicho valor trepó al 600%,
estimándose la vida útil de un piloto de caza en apenas seis
semanas...
Una
imponente línea de Albatros D.III de la Jasta
11: el segundo
contando desde adelante era el avión personal de Manfred von
Richthofen y se hallaba pintado íntegramente de rojo. Armado
con dos ametralladoras lMG 08/15
de 7,92 mm (más
conocidas como "Spandau"
en honor
a su lugar de producción)
que estaban sincronizadas
con la hélice y eran alimentadas
por cinta, el Albatros gozaba de
una clara
ventaja en armamento, lo cual se
reflejó en las pesadas pérdidas sufridas por los británicos
durante Bloody April: 238 muertos o desaparecidos y 105 heridos
contra 49 muertos o desaparecidos y 19 heridos del lado
alemán.
Poco puede sorprender que se fomentara entonces toda forma de propaganda destinada a apuntalar la voluntad de lucha del RFC, que se hallaba en un punto crítico. A diferencia de franceses y alemanes, en los comienzos de la guerra aérea los ingleses habían sido renuentes a exaltar los logros de sus ases de caza (es decir, pilotos que habían destruído cinco o más aviones enemigos), alegando virtuosamente que tal trato preferencial no hacía debido honor a la menos glamurosa labor de los aviadores de bombardeo y reconocimiento; sin embargo, tales pruritos éticos terminarían siendo pragmáticamente hechos de lado ante el innegable valor propagandístico de campeones propios para contrarrestar la inquietante popularidad de von Richthofen -"el Barón Rojo"- y sus colegas. En el caso concreto de Bishop ello implicó que Jack Scott lo autorizara a volar regularmente en solitario -pasando por alto las normas oficiales que desaconsejaban tal modalidad- y le reconociera indiscriminadamente todo reclamo de victoria a pesar de la sistemática ausencia de testigos.
El
27 de ese mes Bishop escribió a su novia: "Derribé
otro globo en llamas y pienso que maté a las dos personas en la
barquilla. Fue una gran diversión. Por cierto, sólo hay ocho
personas en el RFC que tienen más de ocho hunos en su haber, y yo
soy uno de ellos". El
anterior párrafo delata dos características de la personalidad del
canadiense: su insensibilidad ante la pérdida de vidas humanas y su
obsesión por superar a camaradas más
exitosos,
lo
cual reafirmaría
en otra misiva del 2 de mayo al
señalar
que "Ball
es la única persona en el RFC que tiene más derribos que yo".
Cinco
días más tarde el destino se encargaría de disipar la ansiedad de
Bishop respecto a su rival: Albert Ball, entonces el máximo as
británico (sus 44 victorias oficiales
consistían en 27
aviones destruídos, otro compartido, un globo destruído, seis
aviones "fuera de control" y otros nueve "forzados a
aterrizar"), se estrelló en el curso de un combate. Su
muerte fue un
auténtico
shock para la opinión pública en Gran Bretaña, pero Bishop no fue
lerdo
en apreciar una de las
consecuencias:
en una
carta del 14 de mayo escribió
a
su padre que
"ahora
que Ball está muerto yo lidero la lista de pilotos del RFC".
Poco
después, con 19 victorias y
una
DSO
(Distinguished
Service Order) en
su haber, el canadiense obtuvo una licencia para viajar a Inglaterra,
donde fue recibido por Lady St. Helier y entabló amistad con la
princesa Marie Louise de
Schleswig-Holstein,
cuyo parentesco con la familia real seguramente
posibilitó que el nombre del muchacho
de Owen Sound llegara a oídos de Jorge V.
A
su
regreso al frente Bishop logró anotar otros tres derribos antes de
que concluyera el
mes y
tuviera lugar
el hecho más controvertido de
su
carrera: el
2 de junio de 1917, tras
haber
despegado
a las 3:57 AM,
el piloto canadiense aterrizó en su base a las 5:40 y
brindó
entonces a sus camaradas un relato inaudito. Bishop
declaró
haberse
dirigido a un aeródromo enemigo (que él identificaría como Anneux,
aunque
St.
Olle parecería más plausible)
con la intención de sorprender a las máquinas enemigas cuando se
aprestaban a iniciar
su patrulla matutina; sin embargo, al encontrarlo desierto, había
proseguido su vuelo y topado con otro aérodromo (presumiblemente
Esnes o Awoignt), avistando allí seis Albatros D.I
o D.II
y un biplaza. El piloto canadiense comenzó a ametrallar máquinas y
personal, siendo a su vez alcanzado por fuego
terrestre.
Tres
de los cazas enemigos lograron
despegar
pero fueron
sucesivamente derribados
por Bishop quien,
tras
disparar contra un cuarto avión y
forzarlo a retirarse,
emprendió el regreso a su base seguido
-pero curiosamente
no
atacado- por otros cuatro cazas enemigos.
Como
era de esperar,
sus superiores reaccionaron extasiados ante tal fantástica
proeza:
prestamente
informados
por Scott, Hugh Trenchard y Sir Douglas Haig -comandante
de la Fuerza
Expedicionaria
Británica-
harían
llegar sus felicitaciones a Bishop, y el brigadier general J.F.A.
Higgins
escribiría ese mismo día una recomendación para la Victoria
Cross, la
máxima condecoración de
Gran Bretaña.
Reservada
exclusivamente para
actos de
valor extraordinario ante el enemigo, la VC generalmente
era
concedida en casos corroborados por dos
o más testigos,
algo
obviamente imposible en este caso:
sin embargo, parece probable
que, a apenas un mes de superar Bloody
April y
la muerte de Albert Ball, las autoridades militares inglesas
-posiblemente influenciadas por personalidades de la política-
decidieron obviar tal requisito a fin de levantar
la alicaída moral del
RFC. (Asimismo,
algunos autores sospechan que, habiéndose filtrado rumores del
tema
en la prensa, el comité de la Oficina de Guerra responsable de
evaluar las recomendaciones de VC temió que una decisión
negativa causara malestar en Canadá, que
proveía
casi un tercio de los aviadores que servían en las filas
británicas).
Sea como fuere, lo innegable es que Billy
Bishop se convirtió -tal
como lo expresó el
historiador Hugh A. Hallyday- en "el
único hombre que ha recibido la Victoria Cross solamente en base a su
propia palabra".
Otra
fotografía de Bishop, esta vez en la carlinga y empuñando la ametralladora
Lewis de 7,7 mm que constituía el armamento del Nieuport. Montada
horizontalmente en el plano superior por medio del llamado "afuste
Foster" a fin de evitar el
arco de la hélice, era disparada con ayuda de un cable Bowden y
alimentada por un tambor de 97 proyectiles. El
procedimiento de recarga en vuelo no podía ser más engorroso: el
piloto debía tirar del arma para colocarla en la posición oblicua
que vemos en la foto, seguidamente reemplazar el cargador vacío por uno nuevo y
finalmente empujar la ametralladora hasta su posición inicial... ¡tarea
nada sencilla tratándose de un avión monoplaza!
Hoy
en día
puede
afirmarse con absoluta certeza que la
presunta hazaña
jamás
existió. Bishop
fue sospechosa y convenientemente vago
a la hora de identificar el aeródromo en cuestión, y
tanto
Esnes como Awoignt se hallaban en ese momento desocupados. Por lo
demás, en la primavera de 1917
el Albatros D.II (distinguible
por sus extremos alares cuadrados y las riostras verticales y
paralelas que unían ambos planos) había
sido casi totalmente reemplazado en el Frente Occidental por la
versión D.III (caracterizado
por alas terminadas en punta y riostras en forma de "V") y
los pocos ejemplares sobrevivientes se hallaban agrupados en pares o
tríos para brindar escolta cercana a los biplazas de reconocimiento
de los Flieger
Abteilungen (Artillerie) [Unidades
de Vuelo de la Artillería]. Las
únicas formaciones de tal
tipo existentes
en la zona se hallaban estacionadas
en Busigny
(resultando
altamente improbable que la misma sumara media
docena de
Albatros
D.II)
y
Guise (fuera
del
radio de acción del Nieuport 17),
mientras
que
el aeródromo de Boistrancourt -único candidato restante- alojaba a
la Jasta
5, equipada
con Albatros D.III.
Pero
el factor que demuele de forma decisiva e incontestable
la patraña
de Bishop es
el exhaustivo
reporte
de actividad semanal del KoFl.2
o
Kommandeur
der Flieger, Armee 2 (comandante
de aviación del Segundo Ejército), el
cual
no registra
baja
alguna
(¡ni
siquiera heridos!) el 2 de
junio: recién
dos días más tarde se
asentaría
la muerte en combate aéreo del teniente Köppe, observador de un
biplaza del Fl.A.(A)
269. Obviamente
una
novedad
tan espectacular como el ametrallamiento
diurno de
un aeródromo y
consecuente pérdida de tres cazas propios hubiera
merecido al menos
una mención en dicho reporte, pero la misma brilla por su ausencia
(por
contraste, el rutinario
e infructuoso
bombardeo de la Jasta
Boelcke durante
las noches del 3/4 y 5/6 de junio fue meticulosamente
registrado)
y todo
vestigio de posibilidad debe
ser descartado
ante el inequívoco
comentario del Kommandeur:
"En términos generales no se han registrado cambios en el tipo
e intensidad de la actividad aérea del enemigo". Habría
que esperar hasta
el 8 de noviembre de 1917 para
que el Nachrichtenblatt
der Luftstreitkräfte (Boletín
de las Fuerzas
Aéreas)
acusara
conocimiento de
la
improbable
heroicidad
del canadiense (recién
publicitada
por
la prensa francesa),
señalando entonces
secamente
que
"habiendo
estado Bishop solo en el combate, todo detalle de este incidente
ficticio sólo puede haber provenido de él".
Tal
justificado escepticismo no se limitaba en modo alguno al bando
germano.
Willie
Fry, compañero de vuelo
de Bishop
que
ya tenía fundados motivos de
desconfianza
(el 4 de mayo, tras la infructuosa intercepción de un avión de
reconocimiento enemigo, el canadiense había reclamado una victoria
compartida para ambos),
rememoraría
más
de medio siglo más tarde
las
curiosas
circunstancias que rodearon ese
2 de junio.
Según Fry,
Bishop declaró haber aterrizado durante
su vuelo de regreso
en
el sector francés: tras ser orientado por algunos trabajadores
rurales
había
despegado
y
retornado
finalmente
a
su base sin la ametralladora de su avión, que había perdido
mientras intentaba colocar un nuevo tambor. Su
Nieuport presentaba cinco impactos de bala en la cola, agrupados en
un círculo de no más de cinco pulgadas (12,7 cm) de diámetro y
evidenciando restos de pólvora: en resumen, dicha agrupación
sugería disparos
efectuados
virtualmente a quemarropa contra un blanco estacionario (el
sargento A.A. Nicod, miembro de la tripulación de tierra,
coincidiría en la descripción de balazos concentrados
en un radio de pocas pulgadas, aunque -quizás en aras del
dramatismo- los aumentó a una docena y los situó "justo
detrás de su cabeza cuando él se sentaba en la cabina").
En su notable trabajo The
making of Billy Bishop -basado
en buena parte en material recolectado por el ya
fallecido investigador
Phil Markham-
el
historiador Brereton Greenhous
se
atrevió a
expresar abiertamente lo que Fry
sospechaba:
Bishop
no
había atacado ningún aeródromo
enemigo
sino que, tras seguir la línea del frente, había
aterrizado en
un paraje solitario,
desmontado su ametralladora y disparado una breve ráfaga contra una
parte no vital de su avión, tras lo cual se
había
apresurado
a despegar
antes de que el motor se enfriara,
perdiendo en su apuro
el arma.
Obviamente
es
lícito
poner en tela de juicio el testimonio de Fry, quien
a fines de ese mismo mes sería forzado por Scott a abandonar la
unidad
tras negarse a retractarse de un comentario hecho a Bishop
(presumiblemente poniendo en duda su veracidad): asimismo, ninguna
otra fuente confirma
la desaparición de la ametralladora. Sin embargo, dadas
las burdas
inconsistencias
y contradicciones de la versión del
canadiense
(por ejemplo, su posterior afirmación de que su avión estaba
cubierto de orificios de bala y que "partes
de la máquina habían sido dañadas tan malamente que tomaría mucho
repararlas"... ¡algo
que evidentemente no le impidió esa misma tarde volar ochenta
kilómetros para visitar a unos amigos!)
y
las abrumadoras evidencias
en su contra sería
una colosal
ingenuidad -por no decir imbecilidad- creer a pie juntillas a
quien repetidamente
había
revelado
(y
seguiría
revelando)
una
patológica
afición
a la mentira...
La
Victoria Cross. Creada
en 1856 por la reina Victoria tras la Guerra de Crimea, representó
una innovación en la elitista sociedad inglesa de la época, dado
que era elegible para la misma todo combatiente sin distinción de
rango (mientras que, por ejemplo, la Orden del Baño estaba reservada
para oficiales de alta graduación). La eventual intencionalidad
política en su concesión no sería exclusiva del caso Bishop: baste
recordar las once VC
otorgadas de forma tan munificente como apresurada a los defensores
de Rorke's Drift durante la Guerra Anglo-Zulú de 1879, en un obvio
intento de distraer la atención pública del ignominioso desastre
sufrido ese mismo día en Isandlwana, calificada por el historiador
Saul David como "la
derrota más catastrófica jamás sufrida por un ejército moderno
contra guerreros carentes de armas de fuego".
En los dos meses y medio siguientes Bishop añadiría 22 derribos a su cuenta (la mitad de ellos pilotando un flamante S.E.5a, modelo sensiblemente superior al Nieuport 17) antes de ser destinado a Inglaterra el 19 de agosto. Semejante desempeño era tan impresionante como sospechoso: en efecto, sólo una de dichas victorias (la número 33) pudo ser confirmada por un testigo. Especialmente reveladora es la comparación realizada por Greenhous de las disímiles prestaciones de Bishop durante su servicio en el Escuadrón 60: volando acompañado, el canadiense había entablado combate una vez cada 2,3 salidas, obteniendo un promedio de una victoria cada 2,7 combates y 10,9 salidas; por el contrario, cuando volaba solo, Bishop había presuntamente combatido en una de cada 1,3 salidas, mejorando su rendimiento a un derribo cada 2,4 combates y 3,1 salidas. Así, en el transcurso de 184 salidas Billy Bishop había reclamado 47 derribos (un porcentaje de una victoria por cada 3,9 salidas)... lo suficiente para superar el palmarés de Albert Ball y pasar a encabezar la lista de ases del Imperio Británico.
El
29 de agosto Jorge V impuso personalmente la VC, la DSO y la MC a
Bishop, quien una semana más tarde recibió además una barra para
la segunda condecoración citada. A partir de entonces su tarea sería
realizar una serie de apariciones públicas en Canadá y Estados
Unidos a fin de recabar fondos para el esfuerzo bélico: el 25 de
septiembre desembarcó en su patria, siendo recibido con delirante
entusiasmo por la prensa local (debidamente instruída por la
maquinaria propagandística de Lord Beaverbrook), que no trepidó en
calificarlo como "el más grande combatiente
aéreo". Durante sus tres meses y medio de estadía en América
del Norte desposaría
a su novia, formaría
parte
de
la
comisión
militar británica en Washington y
narraría
sus vivencias en el libro titulado
Winged
Warfare ("Guerra
Alada"), en
el cual incluiría... ¡un
duelo totalmente ficticio con el Barón Rojo!
Ya
de regreso en Inglaterra, en febrero de 1918 fue ascendido
a mayor y nombrado
comandante del Escuadrón 85, fundado
en agosto del año anterior pero que aún no se encontraba en
condiciones operativas. Originariamente
destinado a volar el nuevo Sopwith Dolphin, las
restricciones
en la producción del
mismo motivaron
que el escuadrón
fuera finalmente equipado con el S.E.5a. El
deseo de Bishop de volver al frente debe haber sido fuertemente
incentivado por una importante
novedad:
el 16 de ese mes James McCudden había obtenido su 48° victoria y
superado así el récord del as canadiense...
Finalmente,
el 25 de mayo de 1918 el Escuadrón 85 en pleno voló a su base en
Francia: se trataba del aeródromo llamado "Petit Synthe",
ubicado unos tres kilómetros al sur de Dunkerque (posteriormente
la unidad sería translada a St. Omer).
Si
bien dicho sector
del frente era
considerado de
baja intensidad, ello
no obstó para que apenas
dos días después Bishop reclamara
su primera victoria del
año.
Sería
tedioso narrar en detalle lo acontecido durante
las
tres semanas siguientes:
baste
decir que en el curso de
26 salidas Bishop reclamaría nada menos que 25 derribos, aumentando
su haber
a 72 victorias y posicionándose
así
oficialmente tercero en el ranking
de
ases de la Primera Guerra Mundial después de Manfred von Richthofen
(80) y René Fonck (75).
El
canadiense
nunca se había caracterizado precisamente por su apego incondicional a la
verdad, pero incluso
la inexistente acción
que le valió la VC palidece al
lado de
la superchería perpetrada
en
este
período.
De
sus
26 salidas nada menos que 21 tuvieron lugar en solitario, lo cual
brindaba
posibilidades casi ilimitadas a su
fantasía: del
cotejo con fuentes alemanas se desprende que, de
las veinticinco
victorias proclamadas,
apenas
siete son meramente
plausibles,
siendo
además varias de ellas disputadas por
otros
pilotos.
Sólo
uno
de
los
derribos
pudo ser confirmado
por un testigo, pero
tal
minucia
era ahora definitivamente irrelevante: como comandante
de su
escuadrón Bishop no se veía supeditado a ningún superior que
confirmara sus victorias, pudiendo hacerlo por cuenta propia...
Para
su decepción,
Bishop fue informado el
16 de junio de
que
a
la brevedad sería
transferido a Inglaterra por pedido del gobierno canadiense,
escribiendo seguidamente
a
su mujer: "Nunca
he estado tan furioso en mi vida. McCudden va a tomar mi lugar..."
En
su frenesí por inflar al máximo posible su cuenta
personal,
los
reclamos
de
Bishop durante
sus últimos cuatro días en el frente
adquirieron rasgos grotescos, sin intentar siquiera
guardar
una
mínima apariencia de verosimilitud: en
el transcurso
de apenas cuatro salidas reclamó dos derribos el mismo 16, tres el
17, dos el 18 y nada menos que cinco
el 19. Quizás
resulta superfluo
subrayar
que ninguna de dichas victorias fue
corroborada
por testigos, y
su última misión merece ya de por sí un comentario aparte: en el
escaso transcurso de media hora Bishop proclamó haber atacado un
quinteto de Pfalz D.IIIa, derribado dos y, tras
atribuirse
sin pudor alguno
otro par que colisionó durante el combate,
destruído
un biplaza de reconocimiento. Desgraciadamente
para el canadiense, tal fabulosa
afirmación
se
contradice
con el
hecho
de que
los tres ejércitos alemanes que integraban el sector septentrional
del frente
perdieron ese 19 de junio un
único avión, con
lo cual por lo menos cuatro de los reclamos de Bishop son
comprobadamente
falsos.
Retrato
de William Avery Bishop en el austero uniforme del Royal
Flying Corps. A
pesar de haber obtenido oficialmente sólo ocho victorias menos que
el Barón Rojo, el contraste entre ambos ases no puede ser más
patente: mientras que solamente cuatro de los reclamos del canadiense
fueron corroborados por testigos y la cifra real de sus éxitos muy
probablemente se limita a un tercio de lo proclamado, la casi
totalidad de las victorias de von Richthofen se halla concienzuda e
indiscutiblemente documentada, estando registrado en cada caso no
solamente el tipo de avión destruído sino también el número de
matrícula y la identidad de su(s) tripulante(s).
Ascendido a teniente coronel y condecorado con la Distinguished Flying Cross a su regreso a Inglaterra, la fortuna no dejó de sonreir a Bishop: la muerte al mes siguiente de James McCudden y Edward Mannock -sus competidores más cercanos- tendría por consecuencia que el récord espurio del canadiense permaneciera imbatido en la RAF. Recién décadas más tarde comenzarían a surgir voces críticas: además de los ya citados Markham y Greenhous se destacaría el historiador Timothy Jones, quien en base a sus investigaciones redujo en 1988 el palmarés real de Bishop a apenas 23 victorias (el cálculo de Greenhous es muy similar, estimando el total en 27 derribos). Sin embargo, William Avery Bishop continúa siendo aún hoy uno de los principales héroes nacionales de Canadá, habiendo sido bautizados en su honor dos aeropuertos (en Owen Sound y en Toronto), el cuartel general canadiense del NORAD (Winnipeg), una montaña y varias calles y edificios; su reputación sigue siendo celosamente custodiada por un lobby de ribetes hagiográficos, presto a fulminar todo conato de herético revisionismo (baste señalar el escándalo desatado en 1983 por el polémico docudrama The Kid Who Couldn't Miss, el cual motivó incluso la intervención del Senado canadiense).
Concluyamos
este artículo remarcando
la complicidad
de los superiores de Bishop en la consumación
de la
impostura:
tanto
Jack
Scott -que no
sólo toleró sino que abiertamente
fomentó las
cada vez más inverosímiles declaraciones
del canadiense- como
el
alto mando,
que por un lado le
otorgó
la principal
condecoración
británica
pasando por alto las
reglas
establecidas
y por otra parte hizo
la vista gorda ante
la obscena farsa que
protagonizó
como jefe del Escuadrón 85. En
dicha
fase
Bishop
reveló
uno de los lados
más oscuros
de su
personalidad:
a
pesar de comandar una unidad novata,
el
canadiense virtualmente
se desentendió de su rol de líder,
realizando
apenas cinco patrullas y dedicándose
en cambio a
aumentar
su cuenta
personal
a cualquier precio, evidenciando
así para con sus subordinados
indiferencia e irresponsabilidad rayanas en lo criminal. Por ejemplo,
el 18 de junio de 1918 Elliot
Springs y John McGavock
Grider,
dos inexpertos
pilotos
norteamericanos,
fueron
despachados a
patrullar sobre territorio enemigo
(una
medida
impensable
en alguien
como Mannock, reconocido
por cuidar
de
sus bisoños):
Grider
jamás
regresó.
Sin
embargo, ni
tal
flagrante negligencia
ni los disparatados
reclamos
de victorias
parecen
haber despertado
el más mínimo recelo, y
así el canadiense pudo dar rienda suelta a su desaforada
mitomanía
sin
que sus
superiores -ni
mucho menos su propia conciencia- le pusieran coto:
en
ese sentido puede afirmarse que Billy Bishop fue auténticamente
un as "fuera
de control".
Mario
Díaz Gavier
©
2017, Mario Díaz Gavier
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