miércoles, 15 de julio de 2015

LUPO & SAGITTARIO

A pesar de constituir la quinta armada del mundo y contar con buques espléndidos como los acorazados Clase Littorio, la actuación de la Regia Marina durante la Segunda Guerra Mundial fue mayormente decepcionante, lo cual se debió a la carencia de radar y aviación embarcada, la escasez de combustible y la falta de iniciativa y pericia de muchos de sus comandantes. Sin embargo, el desempeño de sus unidades menores -naves de escolta, lanchas torpederas, submarinos y "torpedos humanos"- fue en general sobresaliente, y un buen ejemplo de ello lo constituye un doble combate que tuvo lugar en el Mar Egeo en la primavera de 1941.

Ya a fines de octubre de 1940, con motivo de la invasión italiana de Grecia, el premier británico Winston Churchill declaró su intención de controlar la isla de Creta a cualquier precio y convertirla en una poderosa base aeronaval destinada tanto a defender Egipto como a amenazar el tráfico naval entre Italia y Libia. La importancia estratégica de la isla tampoco había pasado inadvertida para Hitler: en manos inglesas Creta no sólo supondría una amenaza para el frente mediterráneo sino que desde allí los bombarderos de la RAF podrían incluso alcanzar los vitales campos petrolíferos de Ploesti (Rumania). En consecuencia, cuando a fines de abril de 1941 el arrollador avance de la Wehrmacht forzó a las tropas de la Commonwealth a evacuar Grecia rumbo a Creta, se le encomendó al general Kurt Student, comandante de las fuerzas aerotransportadas germanas, organizar la conquista de la isla. La Operación Merkur supondría la mayor invasión por aire llevada a cabo hasta entonces y estaría a cargo de 8.000 soldados de la 7° División Aérea, que tomarían tierra en paracaídas y planeadores: una vez capturados los aeródromos de Maleme, Rétino y Heraclión, dichas tropas serían reforzadas por la 5° División de Montaña, cuyos efectivos (con excepción de dos batallones transportados por mar) arribarían a bordo de aviones Junkers Ju 52.
Para desdicha de los alemanes, los británicos estaban perfectamente al tanto de sus planes gracias al programa de escucha y desciframiento de las comunicaciones enemigas denominado ULTRA: por contraste, los incompetentes oficiales de inteligencia de Student habían estimado la guarnición de Creta en 5.000 soldados cuando la cifra real alcanzaba los 42.000 hombres. Así, cuando el 20 de mayo de 1941 se inició la invasión, los Fallschirmjäger (paracaidistas) toparon con una encarnizada resistencia que les infligió pérdidas terroríficas: al anochecer ninguno de los objetivos había sido alcanzado, hallándose los invasores al borde de la derrota.

Ese mismo día una abigarrada flotilla integrada por 2 pequeños mercantes y 19 caiques, -motoveleros típicos del Egeo- había zarpado del Pireo llevando a bordo 2.331 Gebirgsjäger (cazadores de montaña) cuya misión era acudir en auxilio de los paracaidistas en Maleme. Las condiciones de navegación eran extraordinariamente rudimentarias: cada embarcación era guiada por un teniente de la Kriegsmarine cuyo equipamiento se limitaba a un mapa escala 1/500.000, una brújula de bolsillo y un megáfono casero a guisa de radio. Originariamente dicha formación debía ser escoltada por el torpedero Sirio, pero el mismo sufrió un daño en su hélice y debió ser reemplazado por el Curtatone; sin embargo, esta vetusta nave chocó a su vez con una mina y se hundió, con lo cual el rol de escolta recayó en el torpedero Lupo, bajo el mando del capitán de fragata Francesco Mimbelli. Si bien se trataba de un buque moderno, el Lupo desplazaba sólo 800 toneladas y su armamento se limitaba a tres cañones de 100 mm, diez de 20 mm y cuatro tubos lanzatorpedos de 450 mm.
Al amanecer del 21 de mayo la denominada 1° Flotilla de Motoveleros se reunió con su escolta en la isla de Milos y se dispuso a navegar las 70 millas náuticas que la separaban de su objetivo. Sin embargo, poco después de las 7 de la mañana el almirante Karlgeorg Schuster, que ocupaba el cargo de Admiral Südost (Almirante Sudeste), ordenó primero a la formación detener su marcha y luego retornar a Milos, basado en informes de reconocimiento aéreo reportando la presencia de naves británicas al norte de Creta. A las 11 horas tal información se había revelado errónea y Schuster, confiado en la afirmación de Mimbelli de que "era capaz de alcanzar Maleme antes de la oscuridad", autorizó retomar la marcha: sin embargo, a resultas de tal incidente la flotilla -que debido a la precariedad de sus medios y al viento contrario se arrastraba a la exasperante velocidad de cuatro nudos- había perdido preciosas horas diurnas bajo la sombrilla aérea de la Luftwaffe, demora que se revelaría fatal.
Para entonces el almirante Sir Andrew Cunningham, comandante de la Mediterranean Fleet, estaba enterado del inminente arribo de refuerzos por mar, habiendo desplegado cuatro escuadrones para su intercepción. Siguiendo las precauciones de seguridad establecidas para ULTRA, se despachó desde Egipto un bombardero Maryland a fin de "descubrir" a la flotilla enemiga, y al anochecer las llamadas Fuerzas B, D y E avanzaron al encuentro del enemigo.
Contrariamente a lo asegurado por Mimbelli, al anochecer el Lupo y su convoy no habían alcanzado aún su objetivo, aunque las montañas de Creta eran ya visibles en el horizonte. A las diez y media de la noche, cuando la flotilla se hallaba a unas veinte millas de su destino, un vigía del Lupo descubrió a un kilómetro de distancia una silueta a la que pronto se le sumarían otras: se trataba de la Fuerza D del contralmirante Irvine Glennie, que había penetrado al mar Egeo por el estrecho de Antikythera y consistía en los cruceros ligeros Ajax, Orion y Dido precedidos por los destructores Janus, Kimberley, Hasty y Hereward.
El Lupo no sólo se hallaba en inferioridad numérica sino que además debía enfrentar navíos mucho más poderosos: el desplazamiento de las unidades británicas iba desde las 1.370 toneladas del Hasty y el Hereward hasta las 7.270 del Ajax y el Orion. En cuanto a armamento, la Fuerza D contaba con una superioridad aplastante, sumando en total 16 cañones de 152 mm, 8 de 133 mm, 20 de 120 mm, 9 de 102 mm, 20 de 40 mm, 64 ametralladoras de 12,7 mm y 58 tubos lanzatorpedos de 533 mm. Como si ello no bastara, a diferencia del Lupo los barcos ingleses disponían de radar, lo cual les confería una ventaja decisiva en combate nocturno.
La nave más adelantada de la formación británica era el Janus, que había perdido contacto con los restantes destructores y se aproximó al Lupo creyendo que se trataba del Kimberley. El buque italiano intentó lanzar un par de torpedos con sus tubos de popa pero un alteración de curso del Janus frustró el ataque, tras lo cual Mimbelli ordenó tender una cortina de humo para proteger a los caiques mientras cruzaba la línea de destructores enemigos. Poco después topó con el Dido, al cual lanzó sus torpedos proeles a unos 600 metros de distancia, forzando al crucero enemigo a realizar un violento viraje a estribor. El Lupo continuó su embestida: tras cruzar frente al Dido dio de manos a boca con el Orion, pasando a escasos metros de su popa y encontrándose entonces con el Ajax.
Durante los escasos tres minutos que duró la mêlée tuvo lugar un furioso intercambio de fuego, llegando en la confusión los cruceros británicos a dispararse mutuamente: así, proyectiles antiaéreos del Dido provocaron dos muertos y nueve heridos a bordo del Orion. Si bien los torpedos destinados al primero erraron el blanco, uno de ellos explotó en la estela del Orion y dañó ligeramente el casco, reduciendo su velocidad a 25 nudos. El Ajax declararía haber destruído a la nave enemiga con una andanada a quemarropa, pero la realidad era muy otra: aprovechando el caos reinante, el Lupo había logrado escabullirse a toda máquina en la oscuridad. Su casco había sido acribillado por 18 proyectiles de 152 mm (de los cuales sólo tres habían explotado debido a la extremadamente corta distancia a la que tuvo lugar el combate) y la tripulación había sufrido dos muertos y veintiséis heridos, pero milagrosamente sus máquinas habían salido indemnes.
Las indefensas naves de transporte no serían tan afortunadas: durante las dos horas siguientes los barcos británicos se dedicaron a rastrillar el área con ayuda de sus reflectores y, si bien los caiques arriaron su velamen en la esperanza de pasar inadvertidos, muchos fueron descubiertos y cañoneados. En algunos casos los tripulantes intentaron rendirse agitando pañuelos blancos pero los ingleses ignoraron dichas señales, llegando incluso a ametrallar a los náufragos que se debatían en el agua antes de retirarse en dirección al sudoeste. En total una decena de embarcaciones resultó hundida, pero la cifra de 4.000 muertos -es decir, superior a la cantidad real de efectivos embarcados- proclamada por Churchill y Cunningham se revelaría una grosera exageración: gracias a la eficaz operación de rescate que tuvo lugar con las primeras horas del día -y que fue protagonizada por el Lupo, su gemelo Lira, lanchas rápidas italianas e hidroaviones alemanes- la cifra final de víctimas se limitó a 324 hombres.

 



El torpedero Sagittario. Al igual que el Lupo pertenecía a la Clase Spica, de la cual 30 unidades servirían en la Regia Marina durante la Segunda Guerra Mundial, perdiéndose 23 de ellas. Mientras que el Lupo sucumbiría en diciembre de 1942 en desigual combate contra cuatro destructores británicos mientras rescataba náufragos del mercante Veloce, el Sagittario continuaría en servicio hasta 1964, sobreviviendo así largamente a sus contrincantes de mayo de 1941.

 

Para entonces, un segundo y mayor convoy consistente en una treintena de naves menores con alrededor de 4.000 soldados a bordo había zarpado de Milos con destino a Heraclión: lo escoltaba el Sagittario, nave gemela del Lupo bajo el mando del teniente de navío Giuseppe Cigala Fulgosi. Sin embargo, alertado por reportes de unidades enemigas en el área, a las ocho y media de la mañana el almirante Schuster ordenó a dicha 2° Flotilla de Motoveleros invertir su curso. Esta vez la información del reconocimiento aéreo se reveló correcta: era la Fuerza C del contralmirante E. L. S. King, que había sido previamente atacada sin consecuencias por media docena de MAS (lanchas torpederas) italianas y consistía en los cruceros ligeros Perth, Naiad, Calcutta y Carlisle y los destructores Nubian, Kandahar y Kingston. Un solitario sobreviviente del primer convoy fue interceptado por el Perth y, a pesar de que el caique se rindió izando la bandera blanca y arriando sus botes salvavidas, el crucero australiano abrió fuego con sus pom-poms (piezas antiaéreas de 40 mm) y lo echó a pique.
A las 8.47 hs el Sagittario se hallaba dedicado a recolectar a los caiques dispersos cuando sus vigías descubrieron al sudeste la ominosa humareda que señalaba la aproximación de una formación enemiga. Parecía anunciarse una repetición de la tragedia de la noche anterior, pero sin amilanarse Cigala Fulgosi ordenó a los transportes dispersarse mientras tendía una cortina de humo: seguidamente, y a fin de ganar tiempo, el pequeño buque cargó resueltamente contra la formación enemiga a despecho de su desesperanzadora inferioridad.
Poco después de las nueve de la mañana el Sagittario abrió fuego a 12 km de distancia, entablando seguidamente un duelo artillero con el Kingston y logrando alcanzar a su adversario en el puente con dos granadas de 100 mm. Ni siquiera el arribo del Perth y el Naiad logró intimidar al torpedero italiano, quien se abalanzó contra los cruceros lanzándoles cuatro torpedos.
Fue entonces, cuando la suerte del convoy y su valerosa escolta parecía sellada, que un grave y áspero ronroneo hizo levantar la vista a los marinos ingleses: se trataba de una formación de bombarderos Junkers Ju 88 que acudía en auxilio de la 2° Flotilla de Motoveleros. Desde sus cabinas los aviadores alemanes podían ver los diminutos caiques huyendo penosamente hacia el norte, seguidos pocas millas atrás por el escuadrón británico: entre ambos, zigzagueando en medio de una cortina de humo y sin dejar de disparar, se hallaba el Sagittario. A una orden del capitán Cuno Hoffmann la formación picó en medio del fuego antiáereo, iniciando lo que sería una intensa e ininterrumpida serie de ataques a cargo de máquinas Bf 109, Bf 110, Do 17, He 111, Ju 87 y Ju 88 del VIII. Fliegerkorps.
Ahora eran los británicos quienes se hallaban en una situación crítica. Debido a que King había ordenado a sus destructores adelantarse para atacar a los transportes y que el Carlisle sólo alcanzaba una velocidad de 21 nudos, las naves inglesas se hallaban dispersas e imposibilitadas de apoyarse mutuamente. Desde el Sagittario pudo verse una columna de agua que se elevaba del segundo crucero enemigo (Naiad), lo que llevó a Cigala Fulgosi a reclamar un impacto de torpedo. (Si bien algunos historiadores han descartado tal versión, atribuyendo en cambio la explosión a una bomba, testimonios contemporáneos dan cuenta de un torpedo que alcanzó al Naiad sin detonar).
Finalmente, a las 9.28 hs King, ignorante debido al humo de toda la dimensión de la flotilla enemiga y alarmado por la munición antiaérea que ya comenzaba a escasear, ordenó a los destructores abortar su ataque y seguidamente emprendió la retirada en dirección al oeste para reunirse con las Fuerzas A 1 y B. En cuanto al Sagittario, logró retornar con su convoy intacto al Pireo, donde Cigala Fulgosi fue llevado jubilosamente en andas por los agradecidos cazadores de montaña.

Previsiblemente, la reacción de los superiores de King ante su desempeño distó de ser igualmente entusiasta. Aún teniendo en cuenta el rol decisivo jugado por la Luftwaffe, el hecho de que un torpedero enfrentara exitosamente a cuatro cruceros ligeros y tres destructores constituía un ignominioso fiasco para la Royal Navy, habituada a mirar con desdén a su adversario. Cunningham declaró que "el lugar más seguro para el escuadrón hubiera sido en medio de los barcos enemigos", mientras que Churchill escribiría posteriormente: "El repliegue del contraalmirante no salvó a su escuadrón del ataque aéreo. Probablemente sufrió tantas pérdidas en su retirada como las que hubiera tenido destruyendo el convoy". En efecto, durante el resto del día los barcos ingleses serían acosados en forma inmisericorde por la Luftwaffe, ansiosa por vengar a la 1° Flotilla de Motoveleros, y la situación empeoraría debido a una serie de decisiones de King que implicaron la fatal dispersión de sus unidades. Primero ordenó al Greyhound abandonar la cobertura del escuadrón para destruir un solitario caique frente a la isla de Antikythera, pero al retornar el destructor fue hundido a su vez por ocho Stukas; en consecuencia, el contraalmirante despachó al Kandahar y el Kingston para rescatar a los sobrevivientes, pero los mismos fueron blanco de una oleada de feroces ataques que incluyeron el ametrallamiento de botes salvavidas; finalmente, King destacó en apoyo de los destructores a los flamantes cruceros Gloucester y Fiji, ignorando que los mismos ya habían consumido el 75% de su munición antiaérea. Para cuando el comandante británico reparó en su error ya era demasiado tarde: mientras intentaban reunirse con el resto de la flota primero el Gloucester y luego el Fiji sucumbieron a las bombas alemanas, perdiendo la vida 694 y 241 tripulantes respectivamente.
Si bien la Mediterranean Fleet podía jactarse con justicia de haber impedido una invasión por mar (recién al final de la batalla desembarcarían 3.000 efectivos italianos en la parte oriental de la isla), la captura del aeródromo de Maleme por parte de los Fallschirmjäger y la consecuente llegada de refuerzos por vía aérea terminaron por inclinar la balanza a favor del Eje: el 28 de mayo los defensores emprendieron la evacuación de Creta, la cual concluyó cuatro días más tarde. Por primera -y hasta ahora única- vez en la Historia una isla había sido conquistada por aire, y en lo que fue el primer choque a gran escala entre fuerzas aéreas y navales la Royal Navy había sufrido una dura derrota, saldada con tres cruceros y seis destructores hundidos y un portaaviones, tres acorazados, seis cruceros y siete destructores dañados, pereciendo asimismo 1.828 marinos británicos.
Tanto Mimbelli como Cigala Fulgosi serían condecorados por su actuación con la Medalla de Oro al Valor Militar: posteriormente el primero comandaría en forma destacada la 101° Flotilla MAS en el Mar Negro y continuaría su carrera en la posguerra, mientras que el segundo, al mando del torpedero Impetuoso al producirse en septiembre de 1943 el cambio de bando de Italia, decidió hundir su nave frente a Mallorca a fin de evitar su captura tanto por parte de los Aliados como de los alemanes. El desempeño del Lupo y el Sagitario no sería olvidado: décadas más tarde dos fragatas de la Marina Militare serían bautizadas en su honor, y actualmente un destructor misilístico y una nave de patrulla oceánica portan respectivamente los nombres de Francesco Mimbelli y Comandante Cigala Fulgosi.

Mario Díaz Gavier

© 2015, Mario Díaz Gavier


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